El Imperio Rockefeller venderá sus valiosos activos en negocios petroleros y los invertirá en energías verdes para acompañar la concepción de un “planeta sustentable”. La historia de la Standard Oil, una empresa que hizo historia en el mundo moderno.  Por info@energiaestrategica.com.

El imperio del millonario Estadounidense ahora analiza negocios en energía solar y eólica

Gracias al petróleo, la familia Rockefeller se convirtió en una de las más acaudaladas e influyentes de los Estados Unidos y del mundo. La extinta Standard Oil, fundada a fines del siglo XIX, permitió que John Davison Rockefeller consiguiera la medalla de oro en la dificultosa carrera del sueño americano: llegó a ser el hombre más rico de su tiempo.

Ese fue el puntapié inicial para que sus herederos cosecharan un enorme peso político y económico a nivel internacional que, aún hoy, sigue vigente.

Sin embargo, esta semana los Rockefeller confirmaron que abandonarán el negocio del petróleo y se meterán de lleno en el de las llamadas energías verdes. Toda una paradoja para una dinastía que, aunque ya no lidera el mercado, tiene fuerte presencia en multinacionales petroleras que fueron denunciadas por contaminación ambiental en reiteradas ocasiones.

El anuncio fue hecho por el presidente del Fondo de los Hermanos Rockefeller, Stephen Heintz, quien precisó que los negocios petroleros –en empresas como Chevron o Exxon Mobil– constituyen actualmente el 7% de los 860 millones de dólares en activos que tiene la familia.

¿Cuál fue el argumento? Valerie Rockefeller Wayne, tataranieta del fundador de Standard Oil, dijo ante la prensa que se trataba de “un imperativo moral para preservar un planeta saludable”.

Sin embargo, y como era de esperar para un clan integrado por empresarios y dirigentes de renombre que influyen sobre la agenda internacional, las razones políticas y económicas tienen mayor peso. Lo reconoció el propio Heintz, quien no dio argumentos ecologistas cuando fue consultado por el The Washington Post.

“Estamos convencidos de que si John Davison Rockefeller estuviera vivo hoy, como el astuto empresario que era y que vislumbraba el futuro, dejaría atrás los combustibles fósiles para invertir en energía limpia y renovable“, afirmó Heintz sobre el creador del imperio Rockefeller.

“¿Alguien puede creer que las corporaciones transnacionales van a convertirse de un día para otro en protagonistas de la salvación del planeta?“. Efectivamente, el de la energía verde –como la solar o la eólica– es un negocio que, además de tener buena prensa, es lo suficientemente jugoso como para tentar a cualquier empresario.

En abril, la revista Forbes señaló que la industria ya tiene un crecimiento anual del 300% y por eso se convirtió en un rubro altamente rentable.

Los Rockefeller, además, edificaron su imperio en base a las buenas relaciones que forjaron con el establishment mundial. Sin ir más lejos, fueron impulsores de la creación, en 1954, del Grupo Bilderberg, que nuclea a los magnates más importantes del mundo y a los políticos más influyentes de las potencias internacionales.

Ahora, con la decisión de abandonar el negocio del llamado “oro negro“, lograron unirse a una coalición de grandes empresarios que se comprometió a desprenderse de más de 50 mil millones de dólares en activos de combustibles fósiles, es decir, petróleo, gas y carbón.

La iniciativa forma parte del Global Divest-Invest, una red que comenzó hace algunos años en los campus universitarios de EE UU y ahora cuenta con el apoyo no sólo de multinacionales, sino también de movimientos sociales, estrellas de Hollywood y presidentes.

Uno de ellos es Barack Obama, quien en la Asamblea General de la ONU que se realizó esta semana en Nueva York aseguró que el gobierno estadounidense tendrá en cuenta el impacto del cambio climático a la hora de diseñar programas de desarrollo e inversión.

Sin embargo, y a pesar de su presunta faceta ambientalista, los Rockefeller no sólo tienen presencia en instituciones financieras como JP Morgan y el City Bank, sino que además son accionistas de Exxon Mobil, una de las mayores petroleras del mundo.

La multinacional es conocida por los suculentos ingresos que consigue todos los años gracias a la explotación de crudo, pero también por ser una de las que más denuncias recibió por contaminación ambiental.

En 2013, un jurado de Nueva Hamphsire, en EE UU, le ordenó pagar 236 millones de dólares en compensación por contaminar aguas subterráneas. Algo similar ya le había ocurrido con un jurado federal de Manhattan en 2009, cuando fue condenada a abonar 105 millones de dólares por verter desechos tóxicos en las aguas neoyorquinas.

Ya en 2003, hace poco más de diez años, un estudio divulgado por la ONG española Amigos de la Tierra indicó que Exxon libera cada año el equivalente a 298 millones de toneladas de carbono, casi el doble que un país entero, el Reino Unido. Las emisiones de dióxido de carbono de la empresa ocupaban entonces del 4,5 al 5,3% del total mundial y un 20% del total estadounidense.

La multinacional, además, financia decenas de grupos de presión que atacan a quienes denuncian los efectos del cambio climático. Uno de ellos es el Instituto de Competitividad Industrial, que entonces recibió 685 mil dólares por parte de Exxon, según informó Amigos de la Tierra.

Por lo visto, existe un abismo entre la actual postura del “planeta saludable” y los negocios que, desde fines del siglo XIX, llenan los bolsillos de los Rockefeller. Una contradicción que se evidencia también en el ámbito político: la dinastía supo apoyar golpes de Estado en Latinoamérica, como el de Argentina o Chile, pese a su declamada defensa de la democracia.

Quizás, aquellos que rápidamente se entusiasman con iniciativas como las de la multimillonaria familia estadounidense, antes deberían escuchar al presidente venezolano Nicolás Maduro. “¿Alguien puede creer que las corporaciones transnacionales van a convertirse de un día para otro en protagonistas de la salvación del planeta?“, se preguntó, ante la Asamblea General de la ONU, el líder bolivariano.

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